La constante atención que nos lleva la crianza de nuestros hijos, en la etapa escolar y social, sumado a que tengan alguna discapacidad que conlleva un tratamiento constante y paralelo, nos sumerge en un torbellino, que pasa volando. Ese movimiento que demanda tiempo, energía y desgaste, no impide que las preocupaciones nos invadan. La maternidad, la discapacidad y los miedos.
No dejamos de pensar en que es lo que pasará en un futuro, ¿cómo terminará su etapa escolar? ¿podrá seguir estudiando? ¿podrá decirme qué quiere estudiar? ¿podrá trabajar? ¿cómo hará cuando no esté a su lado? estas incógnitas son comunes a las madres, a todas. Y los miedos se multiplican en la maternidad con discapacidad.
La ausencia de estructuras sociales que sostengan a la persona con discapacidad, en búsqueda de su real independencia, asusta y preocupa. La necesidad de contener y cuidar a nuestros hijos siempre la vivimos, aún cuando llegan a la adultez. No puedo negar que es un temor constante, y que se sigue sintiendo a pesar de la demanda que nos provocan sus tratamientos. Tampoco puedo negar que me asusta cómo hará, y me asusta que no puedan entenderlo. El accionar como madres que empuja constantemente a que sus tratamientos avancen, tiene su justificativo. Esa especie de carrera u obsesión es comprensible o por lo menos lo es para mi. Lo charlamos entre amigas, entre madres, entre compañeras de camino, siempre. Por eso creo que nos unimos, que seguimos avanzando y no bajamos los brazos.
Soluciones posibles
Buscar y aportar a la sociedad inclusiva con la que soñamos, se convirtió en otra meta, la final, la que contiene soluciones y alivios. El no bajar los brazos, uniéndonos, nos fortalece a diario. El escucharnos y el aconsejarnos, nos sostiene. Los miedos siguen, pero se sobrellevan más levemente cuando estamos juntas. Y realmente se atenúan cuando nos encontramos con la posibilidad de que las cosas realmente cambien.
En el autismo existe una posibilidad real, con la maravillosa Ley Nacional 27043. En la medida que continúe su reglamentación se va a incluir en nuestra sociedad, a la cantidad de personas que se encuentran dentro del espectro. En la medida que las provincias se adhieran a la misma, las posibilidades llegan a los que tienen menos chances de acceder, a los que más lo necesitan. La mochila para los padres se achicaría en trámites, y los derechos serían tutelados.
La lucha no es en vano, es real y posible. El amor mueve montañas y la unión realmente hace la fuerza.
Las posibilidades también llegan y los sueños se pueden cumplir. Lo bueno también sucede y espero que nuestros miedos en algún momento se terminen… o al menos se aligeren.
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