Milei: un nuevo capítulo del neoliberalismo

Las políticas que prometió implementar el presidente electo tienen sus orígenes en la última dictadura cívico militar y en el menemismo de los noventa. ¿Cómo fueron esos procesos políticos y económicos? ¿Qué consecuencias dejaron?

Algunos lo llaman anarcocapitalismo o libertarianismo. También hay quienes dicen que lo de La Libertad Avanza es minarquismo e hijo directo de la escuela de Austria. Sin embargo, a horas de haber sido electo, Javier Milei comenzó a delinear un plan económico, político y social que tiene más que ver con el neoliberalismo de los setenta y los noventa

En las entrevistas de los últimos días, el presidente electo habló de abrir importaciones, privatizar las empresas públicas, frenar la obra pública y hasta comparó su dolarización con el Plan de Convertibilidad menemista. 

Aunque quiera mostrarse como una renovación, sus ideas ya fueron implementadas en Argentina y trajeron aparejadas enormes asimetrías sociales y económicas que se siguen pagando hasta el día de hoy. 

Durante dos períodos, en la última dictadura cívico militar y los noventa, hubo planes económicos de corte neoliberal. En ambos casos llegaron tras grandes procesos inflacionarios, permitiendo así que cualquier programa fuera vendido como un salvavidas para la Nación. A continuación, dejamos un repaso para entender lo que se viene a partir del 10 de diciembre

La Dictadura y el ingreso de las ideas de Chicago

Tras el Golpe de Estado de marzo de 1976, la Junta Militar designó al frente del Ministerio de Economía a José Alfredo Martínez de Hoz, un hombre cercano al mundo financiero e industrial. Durante su gestión implementó un programa para intentar frenar la alta inflación que tenía el país desde 1974, tomando medidas de corte liberal importadas desde EEUU. 

Al igual de lo que ocurrió en Chile, la dictadura argentina se nutrió de ideas inspiradas desde el Departamento de Estado norteamericano creadas en la Universidad de Chicago. En ese centro de estudios, Milton Fridman y sus discípulos pensaron una escuela académica que buscaba contrarrestar al keynesianismo y al Estado de Bienestar. 

Siguiendo estas consignas, el Gobierno argentino tomó medidas que buscaron desregular la economía, favoreciendo así a los sectores concentrados del poder. En su primer discurso, el Ministro destacó que el objetivo sería “lograr el saneamiento monetario y financiero indispensable como base para la modernización”, garantizando así “un crecimiento no inflacionario de la economía”. 

Para potenciar la realización de ese plan, se achicó el gasto del Estado y algunas empresas públicas pasaron a ser Sociedad Anónimas, aunque manteniendo la propiedad en manos del país. También se abrieron las importaciones y se liberó el mercado cambiario. Otro de los puntos importantes fue el descongelamiento de los alquileres, regulados desde 1943.

El dólar fue controlado a través de una “tablita cambiaria” con cotizaciones ya fijadas para varios años, pero se alentaron las inversiones extranjeras y sobre todo la famosa “bicicleta financiera”.

En ese contexto, era más rentable operar en la bolsa de comercio que invertir en una industria, por lo que con un dólar contenido y la posibilidad de llevarse las ganancias, el capital extranjero pudo ser favorecido. 

Las consecuencias de la dictadura

La apertura de las importaciones terminó obligando a que más de 20.000 PyMeS cierren sus puertas, dejando en la calle a miles de trabajadores. La participación industrial en el PBI cayó del 28% al 22%

La inflación no pudo ser contenida y el salario real cayó un 20% entre 1976 y 1983. El Estado argentino se endeudó para sostener la paridad cambiaria y la actividad financiera, llevando la deuda externa de 8.000 millones de dólares a más de 45.000 millones en el retorno democrático. 

Una de las medidas que más afectó al país fue la estatización de las deudas de las empresas privadas, luego de permitir que muchas de ellas tomaran préstamos en el extranjero que no podían afrontar. La medida fue llevada adelante por el Banco Central en 1982, cuando estaba comandado por Domingo Cavallo. 

La llegada del alfonsinismo desactivó esas políticas por unos años, pero nuevas oleadas inflacionarias, con la famosa hiper de 1989 y los saqueos, permitieron que el neoliberalismo vuelva a implementar sus planes en Argentina. 

“Si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”

Carlos Menem era gobernador de La Rioja cuando en 1988 sorprendió a todo el país al ganar la interna del PJ frente Antonio Cafiero. En las elecciones del año siguiente fue electo presidente tras prometer “Salariazo y Revolución productiva”. La salida parecía ser a través de más peronismo e intervención estatal. Pero finalmente fue neoliberal. 

Movido por la crisis económica, política y social que dejaba índices de inflación del 150% mensual, Raúl Alfonsín decidió adelantar la transición y Menem asumió como presidente el 8 de julio de 1989. Ese día comenzó una nueva etapa del país, con una enorme presencia de la escuela de Chicago, el empresariado y los políticos liberales.

El plan económico

A los pocos días de llegar a la Casa Rosada, Menem anunció un plan de modernización que cambiaría la próxima década. La primera medida fue poner en el Ministerio de Economía a representantes del grupo Bunge & Born, el holding empresario más importante del país. Sus dos primeros ministros salieron de ese espacio, Miguel Roig y Néstor Rapanelli. 

El siguiente paso fue enviar al Congreso las leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado, que permitieron las privatizaciones y la discrecionalidad del Poder Ejecutivo. Ambas leyes se aprobaron gracias a los votos de la UCR, que buscó darle “gobernabilidad” al nuevo presidente.

De ese paquete legislativo salió una frase ya famosa de boca del ministro Roberto Dromi: “Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado”. 

 

Con este panorama, el plan neoliberal estaba avanzando. Se suspendieron los incentivos a la producción y sus regímenes de promoción, aumentaron impuestos al consumo y suspendieron subsidios de todo tipo. A la vez, se liberó el comercio exterior y se transfirió a las provincias el manejo de la educación y de la salud.

A pesar de vender ENTEL, SEGBA, YPF y todas “las joyas de la abuela”, la inflación seguía golpeando al país, con índices de entre el 60% y el 90% mensual. Aunque ingresaron dólares por las privatizaciones, los mercados seguían sin confiar en su gestión.

El último manotazo de ahogado fue el Plan Bonex, una captación forzosa de los ahorros de quienes tenían más de U$S 600 depositados en los bancos, así como la conversión a bonos de las deudas del Estado

El 1 a 1

Como la inflación seguía siendo una constante, Menem decidió en 1991 sacarle el poder a Bunge & Born y darle la economía a los Chicago Boys. Uno de sus principales alumnos, Domingo Cavallo, fue designado al frente de Hacienda. 

Su plan fue aún más osado que el de la dictadura. El Gobierno envió al Congreso la Ley de Convertibilidad, que creó una nueva moneda, el Peso Argentino, que valía lo mismo que el billete estadounidense. Una dolarización pero sin ceder la soberanía del todo.

El Banco Central perdió todo control financiero y no pudo fijar modificaciones en el tipo de cambio. Al mando de ese organismo estuvo Roque Fernández, economista del think tank liberal CEMA y actual asesor de Javier Milei

A esas medidas siguieron la privatización de las jubilaciones y pensiones, con la creación de las AFJP, y las leyes de flexibilización laboral. En ambos casos terminaron quitándole derechos a los trabajadores. 

Las consecuencias del menemismo

Las privatizaciones generaron despidos indiscriminados. El empleo del sector público en las empresas públicas se redujo en 280.000 personas en el período 1989-1993. El porcentaje del gasto total del Estado cayó drásticamente, de un promedio del 32,3% del PBI en 1989 a sólo el 27,5% en 1993.

Pocos años después, y tras la caída de la bolsa en México, el llamado “Efecto Tequila” liquidó la economía argentina, limitando las inversiones extranjeras. Ahí la situación se descontroló, aumentando el desempleo total a 14,5%, con una subocupación del 13%. Aunque a inicios de la Convertibilidad había bajado la pobreza al 22%, en diciembre de 1999 el gobierno de Menem tenía un índice del 40%. 

Luego vendría la Alianza, el sostenimiento ficticio del 1 a 1 y la crisis de diciembre de 2001. Recién con Eduardo Duhalde y la continuidad de Néstor Kirchner se terminó con una serie de políticas que favorecieron a los dueños del poder y perjudicaron a los que menos tenían. 

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