Un mundo con toneladas de ropa descartable y tóxica
Pasan los años y el cementerio de ropa en Chile sigue impactando. Kilos y kilos de tela vieja y usada procedentes de Europa y Estados Unidos se acumulan en el desierto de Atacama.
Las modas son cada vez más efímeras y la producción y desecho es moneda corriente. Sin embargo, la imagen chilena que recorrió el mundo prendió las alarmas otra vez: un desierto cubierto de ropa, toneladas de tela desechada por Europa y Estados Unidos.
Las imágenes que recorrieron los medios y las redes sociales son del desierto de Atacama, en Alto Hospicio, Iquique. Por el impacto que generaron rápidamente el Ministerio de Ambiente chileno responsabilizó a Gran Bretaña y advirtió que se trataba de una práctica ilegal.
Sin embargo, no es la primera vez que Chile es destino de prendas desechadas, tampoco son imágenes nuevas o desconocidas para la región. Durante varios años también llega ropa de China o Bangladesh, luego de recorrer prácticamente todos los continentes posibles. Antes de llegar a Chile, se intentaron comercializar por Asia, Europa y América del Norte.
Por año llegan alrededor de 60 mil toneladas de ropa al puerto de Iquique. Parte de ella es comprada por comerciantes o traficada a otros países. Lo que resta, casi dos tercios, termina en vertederos a cielo abierto. Y sí, en el desierto.
En diálogo con BBC, la exministra de Medio Ambiente de Chile, Miss Rojas, afirmó: «los empresarios deben hacer su parte y dejar de importar basura, pero los países desarrollados también deben asumir su responsabilidad. Lo que está pasando aquí en Chile tiene consecuencias ambientales para todo el planeta».
¿Qué pasa con la ropa que se amonta en el desierto?
El país no cuenta con legislaciones vinculadas a la eliminación de este tipo de desecho. Por eso, parte de esa ropa es recolectada por personas de bajos recursos que las utiliza o vende, y otra parte se quema. El humo es altamente tóxico y contaminante.
Según un informe realizado por la ONU, la producción mundial ha crecido exponencialmente. La industria textil es «responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel mundial».
Asimismo, advierten que la fabricación de ropa y calzado contribuye con el 8% de los gases de efecto invernadero global. «Cada segundo, una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura es enterrada o quemada», advierte la entidad.
Las pilas de ropa son contaminantes tanto a cielo abierto, como bajo tierra. La biodegradación puede demorar hasta 200 años, sea sintética o tratada con productos química. Su toxicidad es comparable con la de los plásticos desechados.
En Argentina la importación de basura está prohibida por decreto.
Fast fashion
Solo en 2020, y en el marco de una pandemia, la industria de la moda superó los 664 mil millones de dólares a nivel mundial. El concepto fast fashion, o moda rápida, refiere a grandes volúmenes de ropa producidas por la industria de la moda.
Es tan efímera la tendencia, que se produce cada vez más cantidad ropa, más barata y de peor calidad. Por la poca durabilidad, la demanda será continúa. Sin embargo, se estima que el 73% de la ropa producida anualmente termina incinerada.
A su vez, la preocupación no solo se da en torno al ambiente, sino a las condiciones laborales. Las fast fashion se producen en países con condiciones precarias como Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, etc. A la explotación de los recursos humanos y contaminación de la tierra, se suma la explotación laboral, el trabajo infantil y el trabajo forzado. El consumo y el sistema mercantilista son engranajes claves para la producción.
Según Greenpeace «respecto al desecho de prendas, cada segundo se quema o arroja a los basureros el equivalente a un camión lleno, es decir, 2.6 toneladas. Producir ropa en realidad es muy costoso bajo el modelo actual: 2 mil 700 litros de agua son necesarios para fabricar apenas una camisa de algodón».
¿Se podrán modificar estas prácticas? Para eso queda un montón, pero el reciclado viene marchando a través de la economía circular y el regreso de las ferias.
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