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El cura, la preceptora y el portero del Jardín San Pedro esperan condena

Tulio Mattiussi (49), Anselmo Ojeda (61) y la preceptora María Luján Rubíes (54) están acusados de haber abusado sexualmente de cinco niños de entre 3 y 5 años. La sentencia está prevista para la próxima semana.

La fiscalía solicitó 28 años de prisión para el sacerdote, la preceptora y el portero acusados de haber abusado sexualmente de cinco niños. Los menores tienen entre 3 y 5 años y el hecho tuvo lugar en el Jardín de Belén en San Pedro, Buenos Aires.

El juicio se desarrolla en San Nicolás y la sentencia para el sacerdote Tulio Mattiussi (49), el portero Anselmo Ojeda (61) y la preceptora María Luján Rubíes (54) está prevista para la semana próxima.

Los tres llegaron al juicio acusados de abuso sexual simple agravado por la calidad de sus autores. Por tener a su cargo la guarda de los menores afectados -el portero y la preceptora- y por ser ministro de culto, Tulio Mattiussi.

Por su parte, el abogado de las familias denunciantes pidió 33 años de prisión, mientras que la defensa solicitó la absolución.

Tanto el fiscal Hernán Granda como el abogado del particular damnificado solicitaron que, en caso de ser condenados, Mattiussi y Rubíes queden inmediatamente detenidos. Además de que a Ojeda se le revoque el beneficio de la prisión domiciliaria que tiene actualmente. 

Concentración en San Pedro. 

Según lo previsto, la sentencia se dará a conocer el próximo 24 de mayo a las 12:00. El fiscal resaltó la particularidad del juicio, donde los niños fueron oídos mediante la proyección de las entrevistas de cámara gesell, a través de sus padres y sus psicólogas.

Al repasar toda la prueba, el representante del ministerio público recordó que la primera señal de alarma fue una serie de síntomas inexplicables. Que se sumaron a varios cambios abruptos de conducta en las víctimas.

Desde fiebre hasta temor por la vida de sus padres y violencia

Tras la realización de pericias, entrevistas y sesiones con psicoterapeutas especializadas, pudo establecerse que se trataba de signos de abuso sexual infantil. Cuyos autores los menores identifican claramente en su relato.

Según el análisis terapéutico, los chicos lloraban mucho, niños que habían logrado el control de esfínteres de repente lo perdieron.

También se produjeron cambios de carácter. Se volvieron introvertidos, empezaron a presentar resistencia a ir al jardín, a tener actitudes de enojo o violencia. Manifestaron temor por la vida de sus padres y hasta tuvieron un comportamiento sexual atípico con lenguaje no acorde a su edad.

Además de estos cambios actitudinales, se empezaron a evidenciar signos clínicos. Entre ellos vulvovaginitis en las nenas, fiebre, vómitos a repetición y otras manifestaciones que no se podían vincular con diagnóstico alguno.

Las psicoterapeutas, destacaron también que los niños refirieron siempre lo mismo cada vez que se les preguntó, ya sea frente a padres, abuelos o peritos.

Estos últimos, coincidieron en la imposibilidad de la implantación de un discurso de este tipo y calificaron sus relatos como “espontáneos, consistentes y verosímiles”.

El debate oral y público se inició el pasado 9 de mayo y a lo largo de las cinco audiencias que se extendieron por más de 12 horas, desfilaron decenas de testigos, mientras, afuera, se manifestaron diferentes agrupaciones feministas contra el abuso eclesiástico y el sexual infantil.

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