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Depresión y ansiedad en tiempos de crisis, ¿cuándo pedir ayuda?

Los problemas económicos y sociales impactan sobre el estado de ánimo y palabras como desazón, incertidumbre y tristeza se escuchan a menudo.

En un verano donde las dificultades económicas crecen de la mano con la incertidumbre y la crisis social tras el primer mes de gestión de Javier Milei, el bienestar psíquico de las y los argentinos se ve afectado. Además, a mayor vulnerabilidad, mayor es el riesgo de padecer depresión, por lo que diferenciar una enfermedad de un estado de ánimo pasajero es fundamental.

Según aseguró Cynthia Dunovits, médica especialista en psiquiatría y jefa de la División de Psicofarmacología del Hospital de Clínicas de la UBA, en diálogo con la agencia de noticias Télam, la principal característica de la depresión es “la persistencia en el tiempo del desánimo, la mayor parte del día y con un impacto en las actividades diarias”.

“Las personas ya no pueden continuar haciendo cosas que antes hacían, incluso actividades muy básicas, como un encuentro con amigos o ver una película”, ejemplificó.

Además, para diferenciar un estado anímico temporal, provocado por circuncidas específicas o alguna situación de estrés, respecto de un trastorno depresivo, el médico psiquiatra Manuel Vilapriño Duprat, expresidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA). También señala que “hay que prestar atención a aquellos síntomas que no permiten el disfrute de la vida”.

“Esa parálisis de la vida sostenida entre 14 a 30 días como mínimo, es un signo característico que la persona podría tener en cuenta a la hora de decir ‘necesito ayuda’”, detalla.

Una de cada cuatro personas padece un trastorno mental

Este trastorno es más frecuente de lo que se cree. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una de cada cuatro personas padece algún tipo de trastorno mental y que la depresión es el más frecuente.

Se trata de una enfermedad metabólica cerebral y que existe una vulnerabilidad biológica y genética, es decir, gente que tiene mayor predisposición a deprimirse que otras ante situaciones de estrés, algo así como una genética dormida, como pasa en la diabetes o la hipertensión.

Además, es clave entender que estamos frente a un trastorno que no solo afecta el funcionamiento cerebral, sino que también el apetito, el sueño y los ritmos gastrointestinales, por lo que si no es tratada, puede tener incidencia, por ejemplo, en el aumento de eventos cardiovasculares.

Cynthia Dunovits, médica especialista en Psiquiatría, explica que un factor de riesgo fundamental tiene que ver con lo social o socioambiental. “En momentos de crisis hay un aumento de casos y consultas, porque no solo somos seres biológicos, también somos seres sociales y todo lo personal, lo interpersonal, tiene un impacto directo en nuestro ánimo”, explica.

“Las clases socioeconómicas medias son las que más incrementaron la sintomatología ansiosa y depresiva en este último periodo”, agrega. Sin embargo, históricamente los sectores más vulnerables fueron los más afectados, el problema acá es que no llegan al sistema de salud, por lo que muchas veces naturalizan los síntomas y se sobre exigen al no tener un diagnostico.

Según un informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, en 2023 un 26,7% de la población sintió malestar psicológico, con proyección a la suba. Es la cifra más alta desde que realizan esta medición, que no evalúa el trastorno depresivo sino la alta sintomatología ansiosa y depresiva.

Otro aspecto a destacar del estudio de la UCA es que las mujeres presentan mayor índice de malestar psicológico, y que a nivel etario el segmento con mayor incidencia son las personas de entre 30 y 50 años, donde las responsabilidades del hogar son un gran factor de estrés.

Estigmas y mitos respecto al padecimiento mental

En diálogo con El Numeral, la psicóloga especialista en terapias basadas en evidencia, Nadia Chávez, asegura que un problema central es que aún hay muchos estigmas y mitos respecto al padecimiento mental.

“Se suelen escuchar frases como ‘tenes que vibrar alto’, que al contrario de ayudar, invalidan a la persona que padece depresión, restando responsabilidad al contexto y reforzando la idea de que la depresión se soluciona de forma individual”, sostiene.

“Pensemos en una mujer trans que la expulsan del hogar a temprana edad porque la familia no acepta su identidad; una mujer madre soltera de 5 niños que no consigue trabajo durante un largo período de tiempo por lo tanto no accede a una vivienda digna; un adolescente que sufre bullying todos los días en el colegio o una persona con una enfermedad crónica que no tiene acceso a atención sanitaria de calidad. En cualquiera de estos casos, las personas responden a su realidad de la manera que pueden. Esto incluye evitar el mundo, estar triste o no levantarse de la cama ante un mundo que aparece como aversivo”, explica.

“Socialmente se promueven mensajes del estilo ‘tenes que pensar en positivo y el universo te recompensará’ provocando que las personas que viven en situaciones adversas, crean de sí mismas que algo está mal en ellas y que no tienen la voluntad de cambiarlo. Esta situación puede aumentar la desesperanza respecto al futuro, que a veces en casos extremos llega al suicidio”, agrega la psicóloga.

El riesgo de la automedicación

A este panorama, además, se le suma el uso indiscriminado de fármacos como el clonazepam o el aplax que no son tenidos en cuenta como psicofármacos. Al generar dependencia, el efecto es cada vez menor, pero a pesar de que la actividad que debe ser supervisada por psiquiatras, se vuelve cada día más difícil el acceso al sistema de salud, sobre todo cuando día cientos de personas dan de baja sus prepagas por no poder costearla.

Los hábitos saludables y una buena alimentación son claves en el tratamiento, pero también en la prevención. Está demostrado que el ejercicio físico tiene un impacto a nivel del ánimo muy similar a los antidepresivos. También es central el descanso: el buen dormir implica de siete a nueve horas de sueño, de noche para que sea reparador.

Por último, en momentos de incertidumbre y estrés, apostar a la comunidad es fundamental. Poner en valor los vínculos positivos, sentirse cuidados y queridos, dedicar tiempo a los afectos y a la familia es más que importante.

El imaginario social de cómo se ve una persona con depresión

Según Nadia Chávez la depresión puede tener múltiples caras y no presentarse solamente como en el imaginario social se representa. Por ejemplo, una persona que hace reír a otras, puede tener depresión. Una persona que va a trabajar todos los días, puede tener depresión. Una persona que viaja y recorre el mundo también puede tener depresión.

“Uno de los motivos por los cuales las personas con depresión pueden verse de esa manera. Es el estigma y la exigencia de ser funcional y feliz constantemente por parte del sistema económico y social en el que vivimos, no mostrar vulnerabilidades, no mostrar tristeza y seguir siendo productivo para poder ‘encontrar la felicidad’. La tristeza está mal vista, nos promueven todo el tiempo a huir de ella”, explica.

“Si una persona está atravesando este padecimiento, es importante crear un ambiente de validación, de escucha y contención, para que pueda volver a conectar con actividades placenteras inclusive sintiendo el dolor inherente al vivir del ser humano. Pero también comprometernos a nivel social de luchar por un mundo donde haya las mismas oportunidades para todos. Donde el acceso a un trabajo digno y el ocio no sea cuestiones de privilegios, donde el acceso a la salud sea de igual manera para todos. Desde esta perspectiva, para poder brindar herramientas de cuidado a una persona que padece depresión, tenemos que tener en cuenta lo social, político, económico, ambiental, donde lo individual sea una dimensión más a tener en cuenta entre otras”, concluye.

Con información de Télam y del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA

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