El aborto legal salda una deuda histórica
Tras años de espera, la interrupción voluntaria del embarazo es ley. Militancia, lucha, construcción de sentidos. Hoy celebramos una nueva ampliación de derechos.
El calor golpeó a Buenos Aires. Nos agolpamos en los alrededores del Congreso de la Nación, a la espera de que la tan esperada ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) sea un hecho. En el transcurso, el miedo y la alegría de reencontrarnos y el deseo de celebrar un paso histórico.
Pateamos muchas calles. Muchas golpearon puertas, dieron viejos argumentos y otros, tal vez, un poco más nuevos. El aborto es una realidad en el mundo y en Argentina. Es una realidad y una preocupación de salud pública postergada.
Sabíamos que no íbamos a volver a la clandestinidad. Sabíamos que no había vuelta atrás y la ley, mucho más temprano que tarde, tenía que salir. No podemos concebir una práctica que se perpetúe en la clandestinidad, con la indiferencia del Estado. El Estado en mayúscula, responsable de la condena que golpea a una mujer o cuerpo gestante que desea interrumpir el transcurso de un embarazo. Ya no solo una práctica que debe regularse para no morir, también para decidir cómo y cuándo.
Pateamos Encuentros Nacionales, plenarios, debates. Instalamos con militancia el aborto en la agenda política. La opinión pública se hizo eco. Todo el camino hasta acá se pateó con la certeza de que los derechos se conquistan. Nos hicimos fuertes porque el feminismo nos permitió creer que todo es posible y que no teníamos por qué guardar silencio frente a las injusticias.
Pateamos las más jóvenes porque otras mujeres y diversidades pusieron la primera piedra y sentaron las bases políticas. Quizás, sin una Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, hoy no habría un proyecto de ley aprobado.
Sentaron cimientos, pusieron las bases y la construcción quedó en manos de todas y todes.
Hoy el aborto legal es un hecho en Argentina. Es un precedente histórico para América Latina y el mundo. Hoy, el mundo es un poquito menos injusto, menos solitario.
Nos acompañaron 38 senadores y senadoras. 38 personas que entendieron -o, quizás no- la necesidad de hacer efectivo un derecho postergado. En democracia, con un pleno ejercicio de derechos, avasallar a mujeres y cuerpos gestantes no es una salida. La clandestinidad no salva a nadie, no hay dos vidas que preocupen, ni bebés que se deseen salvar.
La legalidad deberá ir de la mano del acompañamiento, la solidaridad y empatía. Pero de algo estamos seguras: el aborto al clóset no entra más.
Allá por 2018, tras el rechazo del Senado, titulé: «Los dinosaurios tiene que desaparecer». Estoy segura que permanecen vivos, de pie, obstaculizando todo aquello que le dé un mínimo de autonomía a mujeres. Sin embargo, la voluntad política y la insistencia nos dieron un aborto legal.
También un Plan de 1000 días para acompañar a las mujeres y cuerpos gestantes que sí desean continuar su embarazo y que sí desean maternar. En ambas leyes lo que importa es la oportunidad de decidir.
¿Qué nos queda aparte de celebrar? Nos queda empujar la efectividad. Nos queda seguir haciéndolo con la Educación Sexual Integral, obligando su transversalidad y real aplicación.
Clandestinas nunca más. Hoy más hermanadas, acompañadas y en red que nunca.
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