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La historia de Mariana: “Me adoptó una adolescente como mamá”

Es madre primeriza y en octubre de 2022 conoció a su hija. "Elijo describir mi maternidad como monomarental, no como “mamá soltera”, porque ser mamá no tiene que ver con un estado civil", explica en diálogo con el medio.

Mariana o mamá mono, como se hace llamar en redes, tiene 40 años y forma parte de Militamos Adopción, una organización integrada por madres y padres militantes de la adopción en Argentina. Hace un año adoptó a una preadolescente que soñaba con tener una madre joven.

Todo comenzó luego de Mariana se afianzara profesionalmente y tras el nacimiento de su primer sobrino. Sin embargo, según relata, lo que más le costó fue encarar la maternidad como un proyecto unipersonal. “Tuve que deconstruir la idea de familia tradicional que pensé que quería aunque no había tenido una”, explica. Además, al estar familiarizada con la adopción por experiencia propia, tenía claro cuál era el camino que debía seguir. “Como al papá que adopté lo conocí a mis 9 años y el biológico nunca asumió su rol, tenía clarísimo que los vínculos no se rigen por sangre, sino que son una construcción”, agrega.

Mamá mono decidió llenar el formulario y comenzar con la búsqueda a sus 38 años. “Cuando le dije al equipo técnico mi disponibilidad para adoptar ahondaron mucho y en ese momento no entendía por qué, para mi fue natural. Me dieron el apto rápido y empecé a hacer una espera activa. Fui a talleres y vivía informándome sobre la adopción de niñes grandes porque sabía que seguro me iban a convocar para esas edades y fue así que me empezaron a llamar de los juzgados”, recuerda.

No fue rápido el encuentro con quien sería su hija meses más tarde. Según relata, hubo muchas entrevistas en las no se encontraba compatibilidad. Sin embargo, un año después, la llamaron desde un juzgado para conocer a su hija.

“Era una preadolescente de 12 años, que describían como muy inteligente y con inquietudes artísticas. Quería ser hija única y tener una mamá joven. El equipo técnico me recibió muy contento y dijeron que cuando habían leído mi expediente sintieron era la mamá para ella”, relata.

“Me confirmaron que iba a empezar la vinculación y al otro día me puse a diseñar un librito ilustrado en el que le contaba cómo era, las cosas que me gustaban, cómo era la casa y el barrio. La dibujé a ella imaginándola porque aún no la conocía, y cuando la vi por primera vez no pude creer lo parecida que era al dibujo”, agrega la diseñadora gráfica. 

Para el encuentro, Mariana tuvo que esperar un mes más, porque desde RUAGA (Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos) le hicieron varias entrevistas para cuidar a la pequeña. Finalmente, en octubre del año pasado, mamá mono y su hija se conocieron. “Fluyó todo muy bien donde ese primer día que conectamos a través del arte porque me había preparado varios planes. Empezamos a hablar, a dibujar y después nos tuvieron que venir a separar porque se nos pasaban los avisos de que se había cumplido el tiempo”, relata.

“Cuando nos ven juntas nunca piensan que somos madre e hija. Nos confunden como amigas y ella se enoja mucho y dice: “no es mi amiga, es mi mamá”. Sin querer queriendo reafirma nuestro vínculo, aunque yo le digo que esos eran los riesgos de pedir una mamá joven midiendo casi 1,70”, agrega entre risas.

P: ¿Coincide aquello que esperaste que suceda a la hora de criar a tu hija con la realidad?

R: “Mi proceso tiene que ver con muchos años de introspección y de investigación sobre el tema. Entonces, eso sumado a lo que te dicen en los talleres de espera activa y demás, para mi estaba clarísimo que no había que llenarse de expectativas porque después la realidad es otra. Me imaginaba planes, como un viaje que al final hicimos, o alguna situación cotidiana, cuando ya sabía características de ella, pero fue sin expectativas, esperando a ver qué sucedía y a partir de eso, en todo caso, proyectaba”.

“En general, se esperan cosas que no se condicen con la realidad. El simple hecho de que te digan ’mamá’, esperar a que te digan mamá, eso es una expectativa de un adulto. Puede no suceder nunca y eso no significa que no se construya el vínculo. Esa es una de las expectativas que más se tiene y que por ahí en muchos casos no se cumple. En mi caso, ese fue el único duelo que tuve que hacer cuando supe la edad de ella, sabía que era muy probable que no me dijera mamá nunca. Al final no es así y me dice mamá. Es mejor ir transitando paso a paso”.

P: ¿Cuáles eran tus mayores miedos en el proceso de adopción? ¿Qué de eso está fomentado por los mitos que se instalan en la sociedad que poco sabe del proceso?

R: “Los mitos que están instalados en la sociedad sobre la temática tienen que ver fundamentalmente con la desinformación y yo no llegué a la adopción de una manera desinformada. Después tuve los miedos de cualquier madre, incluso biológica cuando está embarazada. Miedos que tienen que ver con si vas a poder cumplir bien el rol, si vas a ser suficiente, si vamos a poder construir ese vínculo, etc. Por otro lado, las madres y padres por adopción (de chicos más grandes) nos enfrentamos a preguntas desubicadas, a comentarios, a cuestiones en la escuela, etc. Algunos desafíos son distintos a los que se atraviesan con una maternidad biológica. Pero los miedos creo que que en mi caso, por lo menos, fueron los de cualquier madre primeriza”

P: ¿Crees que criar a una adolescente es más difícil que adoptar a una niña pequeña?

R: “En adopción no hay más fácil, más difícil con respecto a la edad. Depende de cada chico o cada chica y su historia, depende de la interrelación que construís con ese adolescente o ese bebé. Que sean bebés no implica que después en la adolescencia no se despierten un montón de cuestiones que tengas que atravesar. Entonces quizás esto vuelve a la desinformación y a los lugares comunes de pensar que con un bebé, con un nene muy pequeño va a ser más fácil. La verdad es que no, no es una fórmula, no necesariamente”.

“La mayoría de las veces es mucho más fácil con un adolescente, que con un bebé, porque están atravesados por la palabra. Entonces se pueden hablar muchas cosas. Lo que sí puedo decir es que adoptar o ser mamá por adopción es un desafío porque además de construir el vínculo como con un hijo biológico, no hay que dar por sentadas cosas, hay que tener presente que son chicos que vienen de vulneración de derechos. La adopción tiene que ver con el trauma y hay que estar muy preparados para acompañar a esa crianza, a dar esos tiempos, a entender, a ser empáticos, a saber de todas maneras poner límites. El desafío es entender si está preparado para eso”.

P: Definís tu maternidad como “monomarental”. ¿Qué le dirías a aquellas personas que te están leyendo y que capaz no inician un proceso de adopción por no estar en pareja?

R: “En mi caso, me empecé a preguntar si quería o no ser mamá independientemente de la forma. En ese momento yo no estaba en pareja, pero más allá de eso fue una elección porque en un momento del proceso sí estaba en pareja. De todas maneras, yo ya había definido querer ser mamá e iniciar el proceso y no lo veía como un proyecto con esa persona, sino un proyecto personal entonces así lo encaré.

Tiene sus pro y sus contras. Lo bueno es que no tenes con quién tener que discutir un montón de decisiones. Si estás en pareja, hay que estar en sintonía y yo no quería esperar esa sintonía con nadie para cumplir mi deseo. La contras son, que bueno justamente, para tomar decisiones estás sola pero no es una maternidad solitaria porque uno no está solo en la vida. Tengo una red de amigos, amigas, familia que está para un montón de situaciones. Entonces por eso, no me gusta decir: mamá sola o mamá soltera. No tiene nada que ver el estado civil con ser mamá. Estar soltera es circunstancial. El día de mañana me podría casar y ese esposo no sería el papá”.

“Por último, hay mucha desinformación. Está instalado que si uno se nota como monomarental o monoparental no te van a llamar, o que van a elegir antes a parejas heterosexuales y eso no es verdad. A partir de que cambió el código civil en 2015, cualquier persona puede adoptar siendo mayor de 25 años, llevándose más de 16 años de edad a quien va a adoptar; y se puede anotar cualquier ciudadano o residente de hace más de cinco años con estas características: personas solteras, mujer u hombre, matrimonios igualitarios o matrimonios heterosexuales. Entonces esto está contemplado por la ley y no hay una preferencia”, explica.

Y cierra: “muchas veces las preferencias en realidad tienen que ver no con preferencias discriminatorias, sino por las necesidades de ese niño/niña adolescente. A veces, en las mismas convocatorias se pide que sea una mamá monomarental solamente o dos mamás o dos papás o una mamá y un papá pero por las necesidades de ese niño niña adolescente, no porque el juez o la jueza prefiera que sean parejas heterosexuales o que tenga alguna preferencia”.

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