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Fotoperiodismo: Sebastião Salgado y nuestro primer capítulo

Viajemos entre fotografías. Viajemos con la mente a lugares y épocas desconocidas. Hoy, el fotoperiodismo de Sebastião Salgado es nuestro vehículo.

Sebastião Salgado nació en 1944 en Aimorés (Minas Gerais, Brasil). Después de vivir su infancia con su familia de pequeños propietarios de tierras, viajó a São Paulo a estudiar Economía.

Captura documental «La sal de la Tierra»

Lo que nunca pensó es que ahí iba a conocer a una persona que le cambió la vida: Lélia Wanick, su compañera de vida.

Un día decidieron cambiar Brasil por París para que Sebastião conociera la ciudad en la que Lélia había estudiado y, a su vez, pudiera terminar su doctorado en economía.

Pero fue 1970 el año que marcó un antes y un después. Porque un día como cualquier otro, un Salgado de 26 años tomó por primera vez entre sus manos una cámara de fotos. Fue una muy sencilla, que Lélia había comprado solo con el objetivo de retratar momentos familiares. Pero fue Sebastião el que comenzó a experimentar más. Y desde ese día, la cámara y él se volvieron uno solo.

Sus inicios

En 1974 se sumó a colaborar con la agencia Sygma realizando fotografías en lugares como Portugal, Mozambique y Angola. Al año siguiente entró a la agencia Gamma y en esta oportunidad sus proyectos fotográficos lo llevaron a viajar por Latinoamérica, África y Europa. Para 1979, ya era parte de la reconocida agencia Magnum Photos.

En 1994 decidió fundar junto a Lélia su propia agencia de prensa «Imagen Amazonas«, dedicada exclusivamente a distribuir sus fotografías.

Sus fotografías, que siempre mantienen el blanco y negro, son como las fotografías de un diario antiguo, que dan la noticia, que muestran y que sorprenden. Que dan un cachetazo a quienes no quieren ver, y que transmiten y denuncian las miserias del mundo.

Sus proyectos

Foto: Sebastião Salgado

En 1977, Salgado comenzó su primer gran proyecto que duró 8 años: Otras Américas. En él se propuso mostrar la vida de los agricultores de Latinoamérica y también la resistencia cultural indígena en el continente.

Años después produjo la serie “Trabajadores”, en la que retrató y mostró el trabajo manual y las terribles condiciones de vida de los trabajadores en diversas partes del mundo.


Foto: Sebastião Salgado

En 1986 Salgado viajó a la mina abierta de oro de Serra Pelada. Ubicada en estado de Pará, en Brasil, esta mina era un gran agujero en el que más de 50.000 mineros trabajaban a diario sacando sacos enteros repletos de tierra y buscando oro. Y hasta ahí viajó para retratarlos durante 33 días completamente cubiertos de barro y bajo condiciones inhumanas de trabajo. Logró mostrar una vez más a los ojos del mundo, la miseria humana.


Foto: Sebastião Salgado

En 1991 Salgado viajó una vez más al centro del conflicto de la época: la primera Guerra del Golfo. Así, inmortalizó en sus fotografías los incendios de pozos de petróleo provocados intencionalmente por las tropas del dictador iraquí Saddam Hussein en su huida de Kuwait.

Entre 1993 y 1999 Salgado viaja por el mundo con su proyecto «Éxodo». En él, el tema central es la lucha de los inmigrantes que huyen de sus países por distintas razones. 


Foto: Sebastião Salgado

Pero fue lo que vio en Ruanda lo que cambió todo. En 1994, el país africano estalló en guerra. Y Salgado estuvo ahí para mostrar uno de los genocidios más terribles de la historia. Hutus masacrando a tutsis, dos etnias que compartían el mismo territorio. Una guerra entre hermanos que le costó la vida a más de 800.000 integrantes de la etnia tutsi. Y de nuevo la miseria humana.

Fue en ese momento en que Salgado sintió que la esperanza que tenía en el ser humano se había perdido.

“No creía en la salvación de la especie humana. No podíamos sobrevivir a tal cosa. No merecíamos vivir más. Nadie merecía vivir. ¿Cuántas veces tiré al suelo la cámara para llorar por lo que veía?” 

Un cambio de rumbo

Foto: Instituto Terra

Cuando su fe en la humanidad parecía perdida, fue su Aimorés natal el que le devolvió la esperanza. Así, junto con su esposa y compañera Lélia emprendieron un proyecto que parecía imposible: reforestar el secarral y  devolverle su aspecto original. Así, crearon el Instituto Terra.

Porque ese viaje a su tierra natal lo hizo comprender que no todo está perdido, que el ser humano puede cambiar y revertir lo que ha provocado. Porque como él mismo lo expresa:

“Al fin y al cabo, las personas son la sal de la Tierra”

Y así, llegamos a la última parte de un recorrido que hoy sigue escribiendo episodios. Porque Salgado sigue fotografiando y lo seguirá haciendo hasta el final. Porque sigue teniendo esa esperanza que renovó y que ahora no va a dejar ir. Y para llegar al final, les recomiendo el largometraje «La sal de la Tierra», estrenado en el año 2014 donde se narra el viaje de Sebastião Salgado por los cuatro continentes comentando las historias de sus proyectos. Así, vamos a poder adentrarnos en este universo y reafirmar que como dijo Galeano alguna vez: «Aunque estamos mal hechos, no estamos terminados».

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