El peronismo y la construcción de un movimiento popular
Podemos reparar en un montón de pretexto, de desencuentros e incluso diferencias. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que el peronismo es de los movimientos más grandes de toda la región.
El 17 de octubre de 1945 las calles se inundaron de sentimientos. Sentimientos encontrados, intereses cruzados. La movilización de obreros y obreras exigiendo la liberación de Juan Domingo Perón marcó un hito histórico en nuestro país. Y, por supuesto, en el mundo.
Hablar de peronismo hoy, 75 octubres después, es hablar de militancia. Lisa y llanamente: militancia. De tomar territorio, haciendo de lo simbólico una construcción permanente. Nacional y popular, arenga y cantito. Los dedos en V, jurando lealtad.
Siempre me dio curiosidad comprender al peronismo más allá de un hito histórico o de un movimiento masivo. Un movimiento de trabajadores, trabajadoras, de quienes celebran derechos y exigen otros. Tal vez no en ese orden, pero con un sentimentalismo que abre puertas, cierra ventanas y hace escupir odio al que, del otro lado, mucho no puede entender de pasiones.
En las imágenes del ayer, de aquel 17 de octubre, un poco la euforia me hizo entender. El silencio se vuelve grito, y el grito es ensordecedor.
Tal vez sigo sin entender qué es el peronismo. Tal vez no entiendo bien que pasa en esa agolpada muchedumbre que canta fuerte, levanta los brazos y hace flamear banderas.
Aquel 17 de octubre de 1945 nos enseña algo que suena a cliché: el pueblo unido, jamás será vencido. Y que la política puede destruir, pero también ser una herramienta transformadora. Transformadora para el pueblo, rompiendo barreras y privilegios. Aunque, a su vez, construyendo personalismos que fueron cimiento de violencia y odio.
Lo único que entiendo hoy, 75 años después de aquel día que marcó un antes y un después en los y las trabajadoras, es que el movimiento se fortalece día a día porque los que los mueve es el amor. Pese al odio instalado históricamente, el continúo desprestigio de la política y la desinformación.
Desde un rinconcito de los pies de la cama, un poquito tímida sostengo: a las pasiones se las quieren, se la cuida, se las vive. Con intensidad, sin guardarse nada. Con la seguridad de que la convicción de un pueblo lo desanda todo. Y lo construye.
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